Ya lo tenemos todo

La cotidianidad es prometedora —pero promete en silencio.

Hoy que llueve quiero trabajar con luz natural. Sentí que al acomodar el espacio todo tenía que estar cálido. Cálido, no por el calor, pero porque los rayos del sol no son ajenos, son cotidianos, y esto se trataba de la sencillez rutinaria y natural. Todo en este momento era sencillo —poco ordenado y lleno de polvo. Solo una cosa importaba: la luz entrando por aquel ventanal que inundaba todo y creaba el contraste que había pensado. Hoy lo único que quiero es ver las sombras bailar.

Cobra vida. Las sombras, los contrastes, su efecto dinámico nos hace ver la vida diferente. Las miradas, mas punzantes. La piel, como relieves profundos y eternos. Los gestos y matices del cuerpo, vivos, impresos en el tiempo, hasta que en 5, 4, 3, 2, 1… volvemos a la realidad.

Se siente bien congelar el tiempo y ver la belleza en la cotidianidad. Pareciera que en un frágil momento ya lo tenemos todo.